En el verano de 1996, a partir de un comentario piadoso de un sacerdote en una visita a Shanghái, una persona residente en Macao se plantea hacer una pintura de la Virgen representándola como Emperatriz de China.
En un viaje a Hong Kong encarga a Chu Kar Kui un boceto representando a la Virgen María y al Niño en su regazo con vestimentas imperiales.
Semanas más tarde en Pekín le muestra el boceto al párroco de la Catedral del Norte, y comentan la posibilidad de encargar un óleo.
El párroco se compromete a buscar un lugar para el cuadro cuando el artista lo complete. Meses después el lienzo queda instalado en una capilla lateral de Beitang.
En 1997 la devoción a la imagen se empieza a extender por Asia. Así, en Manila, Fr. Joe Cremades, regala una estampa al profesor universitario español Antonio Lucas. La estampa tenía en el reverso la oración del Acordaos, compuesta por san Bernardo, en chino.
Cuando el profesor viaja a China en 2007 se sorprende al encontrarse con el cuadro original que estaba en una capilla lateral de la Catedral del Norte.
Este cuadro le acompaña casi todos los días durante su año sabático en Beida (Peking University).
Desde el primer momento difunde entre sus amigos estampas del icono. De este modo la devoción a la imagen se va extendiendo también por occidente y en particular por España y América.
Ese mismo año concibe la idea de crear unos bajorrelieves inspirados en el icono.
En 2007 el profesor que había descubierto en Beitang el icono de Nuestra Señora la Emperatriz de China, se plantea la idea de hacer unas tablillas basadas en ese óleo.
Para inspirarse visita con frecuencia el barrio pequinés de Liulichang para sumergirse en el ambiente cultural chino y en busca de artesanos. Se suceden media docena de intentos de relieves en madera, pero la cara de la Virgen no termina de salir bien.
Así pues, al volver a España en 2008 comienza la búsqueda de un imaginero capaz de esculpir una talla de la Madre de China. Esta tarea le lleva cuatro largos e infructuosos años.
Todo cambia en 2012. El profesor visita Cieza, su ciudad natal. Su madre de 94 años le pone en contacto con un joven escultor con la idea de mejorar los relieves de Liulichang.
El artista toma una de las tablillas y en cuestión de minutos logra transformar las facciones de la Virgen en un rostro más realista. Viendo su maestría, le pregunta si sería capaz de realizar una auténtica talla de tamaño natural. El escultor, ilusionado con el desafío, se compromete a hacer un boceto del busto de la Virgen, y a quedarse con él si el resultado no convence.
Tras el acuerdo comienza un proceso complejo a través de una primera fase en barro, otra en escayola y la definitiva en madera, que se completaría con pintura y barnizado.
Pero la clave de todo sigue siendo el rostro de la Virgen ya que el Niño, a juicio del escultor, sería fácil.
El artista tendrá que poner en juego toda la tradición centenaria de escultura religiosa, muy extendida por toda España, especialmente en Murcia y Andalucía con sus famosas procesiones de Semana Santa.
El desafío es sacar el rostro de la Virgen en arcilla. El primer objetivo es conseguir el carácter más plano de la belleza china frente al más puntiagudo de los rostros europeos que el escultor había hecho anteriormente.
Y el segundo representar una joven de poco más de 20 años con un cuello más delgado y esbelto.
En unos meses se procede a pasar el modelo a escayola policromada. Tras un año de trabajo la escultura se traslada con mucho cuidado a la Ciudad Universitaria de Madrid y se expone en la librería del despacho del profesor. Pasaron bastantes artistas durante un mes, con comentarios en general elogiosos, y sugerencias de mejoras.
La madera elegida sería sin duda el “cedro real”, con una larga tradición en la historia de la imaginería española. El proceso culminaría esmeradamente con la pintura y el barnizado.
La figura del Niño salió, casi por encanto, con una belleza y simpatía extraordinarias. Las imágenes eran preciosas y, al recibir de China las vestimentas adecuadas, todo estaba terminado.
El 25 de octubre de 2014, se bendice la imagen en la Basílica de la Asunción de Cieza en cuyo altar mayor había estado unos días, recibiendo muchas visitas y piropos.
El siguiente texto corresponde a la presentación de la talla, esculpida por Antonio Yuste de N. S. de China en la Iglesia de la Asunción en Cieza antes de llevarla a la Catedral de Beitang en Pekín.
La imagen de Ntra. Sra. Madre de Dios, Emperatriz de China, es una fiel transposición del icono de pequeño formato y semejante advocación que se encuentra en la catedral de Pekín, pintado por el maestro Chu Kar Kui.
La escultura, de tamaño natural, ha sido concebida para confortar el alma del fiel chino utilizando los elementos que le son propios e inherentes a su cultura. Incardinándose en ella. Haciéndose una con el creyente, con naturalidad, sin elementos foráneos que, por incomprendidos -por occidentales- provoquen su desconexión hacia lo que representa.
El autor ha demostrado una absoluta habilidad y maestría al saber liberarse de las convenciones de la imaginería tradicional, para modelar una imagen mariana de fisonomía puramente china, de rasgos y hechuras incluso más depurados que el original en el que está basada. Conteniéndose en el uso de recursos pictóricos, para no traicionar el canon de belleza chino. Así, cabe destacar en la imagen una policromía suave y nívea, delicadísima en su concepción, propia del canon antes mencionado que no concibe la piel bronceada, y mucho menos en lo que atañe a la estirpe noble -de ahí la ausencia de pátinas u otros artificios por el estilo-. En posición mayestática, como corresponde a una Emperatriz, la imagen no hace concesión a sentimentalismo alguno, impropio de su clase, lo que hace que su composición resulte algo rígida y fría a priori. Un hieratismo que no merma su potencia; sino que, inspirándose en el Gótico, es aprovechado por el autor para conferir a la imagen un aura capaz de convertir el espacio que la circunda, en sagrado; y para el que la contempla, revelación.
Es la imagen de Jesús la encargada de humanizar a la madre, evitando que ésta sea un mero trono para su exaltación.
La ternura del Niño es el elemento compositivo destinado a tocar el alma del devoto, de conectar con su vida interior y ponerlo en camino hacia la conversión, a través de la oración suscitada en el proceso contemplativo de la imagen.
Tal vez por ello, el autor no ha podido resistirse, con la imagen del Niño, a relajar los estrictos criterios a los que ha debido someter sus cualidades técnicas; así, ha utilizado un suave modelado en la cabellera del Niño, a base de finísimos mechones -levísimas guedejas- que jalonan toda su cabeza, muy del gusto mediterráneo: una pequeña licencia anacrónica que hablará del origen de su autor en unas tierras muy lejanas al mismo. Un cabello, por lo demás, completamente negro, como el de la Madre, sin reflejos ni recursos pictóricos que le hubieran dado mayor riqueza visual tal vez; pero que hubieran traicionado la confianza depositada en él para ponerle corazón mariano a la mujer china…
En Navidades de 2014 un obispo romano envía una felicitación navideña a todos los obispos de Asia con la dedicatoria “Sancta Maria Regina Asiae, filios tuos adiuva!”, que en castellano dice así:
Santa María Reina de Asia, ayuda a tus hijos.
En 2015 la talla queda finalista en el Premio Nacional «La Hornacina» a la mejor escultura religiosa del año en España.
Ese mismo año es publicada en Miriam, revista especializada en cultura mariana.
La imagen permanece dos años guardada en un gran embalaje de madera debido a las dudas sobre el traslado a China y su seguridad. En 2016, el profesor asiste a un Congreso Internacional sobre la familia organizado por la Academia China de Ciencias Sociales. Es entonces cuando aprovecha la ocasión para enviar la imagen.
El 3 de mayo llega la imagen a Pekín, y tras dos semanas de intensos diálogos diarios con la aduana, se logra la autorización para el ingreso. La llegada a Beitang es realmente gozosa. Un pequeño grupo de fieles la recibe con alegría y expectación y se encargan de ensamblarla, vestirla e instalarla en la sacristía.
Una vez superados los meses de la pandemia ocasionada por el Covid se pudo crear una nueva capilla con un trono imperial y la imagen fue bendecida por el obispo.